Nelson Mandela fue el primer presidente negro de Sudáfrica y héroe de la lucha contra el apartheid. Diez años después de su muerte sus conciudadanos se preguntan qué pensaría, qué haría, y qué tan diferente sería la realidad política actual con él.
Pero esta “nostalgia profunda, constatada regularmente en el país donde su rostro figura por doquier en muros, billetes y estatuas, el hecho de “aferrarse a este símbolo” puede transformarse en “energía destructiva”.
“Quizás ha llegado el momento de dejarlo partir”, afirma su archivista Verne Harris, presidente interino de su fundación en Johannesburgo.
Mandela ha muerto
En las instalaciones de la fundación que dirige Verne Harris se realiza una exposición titulada “Mandela ha muerto”, que invita a los asistentes a reflexionar sobre su legado.
“Estos diez últimos años hemos sentido el peso de la pérdida sufrida y el significado simbólico y práctico de su ausencia”, dice la presentación.
La fundación insiste en esta necesidad de debate en momento que algunos jóvenes y partidos de izquierda reprochan regularmente a Mandela no haber hecho lo suficiente para acabar con el apartheid, o que debería haber hecho una reforma agraria para redistribuir la tierra entre la población negra.
“No un santo”
“Nosotros fomentamos la confrontación de puntos de vista. Su herencia no es la de un santo”, recalcó Morongwa Phukubye, responsable de la comunicación de la Fundación Mandela.
La exposición, que recorrerá el país, no pretende “imponer una narrativa, sino crear un espacio para escuchar lo que otros tienen que decir”, señala Harris, de 65 años.
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